Modelo de pasión Antonio Soler Premio Andalucía de novela. Guadalquivir.Sevilla,1993.140 páginas. Es muy posible, dada la entidad de esta novela, que con ella Antonio Soler pueda traspasar de una vez la barrera hacia un público más amplio que el que hasta ahora había conseguido con sus dos libros anteriores, que, aunque reconocidos por algunas minorías lectoras, por una inicial estimación, critica y por las premios obtenidos, no le habían sido todavía suficientes para que el reconocimiento público se colocase al mismo nivel que su calidad textual exigía, Premio Jauja de relatos en 1983, Ignacio Aldecoa para libros asimismo de relatos en 1987 con “ Tierra de nadie “ , y Ateneo de Valladolid de novela corta el año anterior con “La noche “ -ambos títulos fueron publicados conjuntamente bajo el titulo de “ Extranjeros en la noche” (Edhasa,1992)-, la obtención del premio Andalucía en su última edición con este “Modelo de pasión", un producto que, aunque no se separe ni de sus mundos interiores ni de su especial manera de hacer, por su equilibrio y control supone una culminación de su obra anterior, podrá contribuir a que su nombre ocupe ya el lugar que merece en las listas de los nuevos novelistas españoles de nuestros días. La primera aparición pública de Antonio Soler fue precisamente con la novela corta “La noche", publicada cuando apenas había traspasado la treintena, y que ya colocaba a sus lectores ante un estilo personal, intenso, poético y terrestre a la vez, aunque de reconocibles y ya consolidadas raíces que arrancan quizá de una inspiración proustiana, pasada por elementos faulknerianos y que desembocan en el gran estilo de Juan Carlos Onetti-, y en medio de un mundo cruel, atirantado, marginal, de ambientes y personajes insólitos y extraños, no muy frecuentados por nuestros nuevos narradores. Por poner un ejemplo, el narrador de esta breve e intensa primera novela es un artista de circo, concretamente un “hombre-bala”, esto es, uno de esos artistas que se introducen en un cañón especial para servir de proyectil. Retirado de su oficio, guardián nocturno en un hotel, el encuentro con un antiguo compañero de su anterior profesión pone en marcha el mecanismo de su memoria y el recuerdo de la noche aciaga -más bien terrorífica, en cierto modo- que puso fin a su individual carrera circense, y a la empresa y al colectivo en el que se desarrollaba, compuesto por otros artistas de circo, domadores, enanos, trapecistas y así sucesivamente. La espectacular sucesión de personajes grotescos, disparatados, marginales --con el debido respeto a las profesiones respectivas, que sin embargo dan lugar aquí, como casi siempre cuando de novela se trata, a una galería terrible y atirantada--, y los enloquecidos hechos en los que se ven envueltos –como deshacerse de dos cadáveres más o menos accidentales mediante su descuartizamiento y abandono – configuran una fábula que traspasa lo simplemente satírico o criminal para inscribirse en lo mítico y hasta en toda una concepción de la condición humana. Aunque quizá se trate de una narración “excesiva “ , lo que pese a la calidad de su estilo, se configura como el mayor de los peligros que acechaban -y acechan- al joven escritor. Pues este mismo peligro se transparenta también en su segundo libro publicado, «Tierra de nadie “ (curiosamente, el mismo título de una de las primeras novelas de Onetti), que incluye cuatro relatos -o novelas breves también- de parecida índole, otras tantas historias trágicas, criminales en buena medida, de pasiones desmedidas, en ambientes sórdidos de marginalidad y delincuencia, con policías, prostitución. hampa y crimen, que desgranan y respiran sexo, sangre, traición, amor y muerte al final. Todos ellos están narrados también con lo mismos procedimientos que el libro anterior, relato en primera persona por uno de sus protagonistas o testigos, cuya memoria se pone en funcionamiento a través de un encuentro posterior, que desencadena varios recuerdos confusos, sabiamente ordenados pese a su caótica organización mental, y servidos por una prosa tensa y sombría, donde se evita lo particular para aspirar a una representación trágica del mundo, Antonio Soler demostraba con estos primeros relatos -y lo sigue haciendo en esta su primera narración larga que ahora publica-- una concepción de la literatura y de la condición humana verdaderamente trágica y terrible hasta fatal casi, pero que su talento expresivo realza de manera bastante excepcional. No faltan errores e inexperiencias en ellos, pero un relato como «Las puertas del infierno” --donde la acción sucede en un contexto infantil y hasta casi colegial, lo que proporciona a la terrible historia un contrapunto de evidente intensidad - roza niveles estéticos de primera magnitud. Como he indicado, “Modelo de pasión” arranca de esta misma concepción del mundo y de la literatura ya expresada en sus libros anteriores, en los que esta ambición conceptual se respira hasta en la reiteración de temas y motivos--enanos, artistas circenses, asesinatos de prostitutas, dedos cortados, embriaguez y pasiones desesperadas-, en nombres de personajes y lugares, algunos de los cuales se van repitiendo en estos relatos que así resultan menos diferentes de como se presentan, trazando un entramado interior que los relaciona entre sí, como si estuvieran destinados a configurarse como capítulos sucesivos de una especie de indefinida “ tragedia humana “ servida además por un estilo y una prosa que aspiran a la mayor validez posible. Aquí se vuelve también a la primera persona en la voz de uno de los protagonistas, un operador en una sala de cine de barrio que, en una ciudad norteña, recuerda de manera en apariencia confusa y desordenada la tragedia en la que se vio sumido anteriormente, en un oscuro puerto mediterráneo, y en la que perdió trágicamente al objeto de su "modélica “--entiéndase total- pasión. Pero la sabiduría de Antonio Soler le permite ya tanto refrenar sus excesos temáticos como sus inexperiencias textuales, y sobre todo ordenar subterráneamente el curso de esa memoria desgranada a través de “espejos y sombras” : “Hay en el interior de la memoria bolsas de basura apiladas que la descomponen y pudren, que la degradan y anulan”. Y también -se trata de un operador de cine, no se olvide- "es inútil el intento de rebobinar la vida, como si fuera una película recién pasada, el celuloide de los recuerdos está fabricado con una sustancia barata que se distorsiona, muda y repliega cada vez que es visionado. La verdadera huella del pasado queda en las hendiduras de la piel, en el bombeo de la sangre, y en la corteza de los huesos, en las muescas del corazón y del rostro, no en la memoria». Es esta "memoria sin memoria» -o con la memoria podrida- lo que a través de una fábula sórdida, policiaca en buena medida, criminal y hampona, con sus gotas de sexo, chorros de sangre, alienación erótica y muerte, marginal, extraña y hasta "extranjera» a la normalidad, y que apela a lo mítico, lo que el texto de Soler intenta reconstruir con cierta serenidad e intenso lirismo en ocasiones. Se advierten huellas de Onetti -un personaje lleva el mismo nombre de otro del maestro uruguayo-, de Muñoz Molina -sobre todo de-- “El invierno en Lisboa”- y repeticiones de escenarios de otros de sus textos -"La bóveda “ -, pero el conjunto funciona bien, se lee con intensidad creciente y todo se va articulando progresivamente en la mente del lector. Antonio Soler ya está entre nosotros. Rafael CONTE |