ARTE DE LA ESCRITURA

Mi experiencia de lector de la obra narrativa de Antonio Soler se ha producido de una manera bastante peculiar. O por lo menos, se ha ajustado a unas condiciones que no suelen prodigarse mucho. Quiero decir que empecé a leer a Antonio Soler casi desde que empezó a escribir. Para él, que todavía es joven, hace ya mucho tiempo de eso, pero para mí es como si hubiese sido ayer. Recuerdo un encuentro fugaz en Málaga, cuando Antonio Soler sólo había publicado algún relato, que leí con esa especie de penetrante avidez que va más allá del texto y que yo,'" que no soy ni mucho menos un crítico literario, relaciono siempre con una escritura que ya no va a defraudarme nunca. La verdad es que eso me ha ocurrido muy pocas veces y, dada mi insistencia en seguir dedicándome a la literatura, no creo equivocarme cuando preveo, corno en este caso, que me encuentro ante un escritor de ley. Supongo que se trata de esa variante olfativa de la sensibilidad que va agudizándose con los años.

Antonio Soler ha publicado dos libros de cuentos largos o novelas cortas –“La noche” y "Tierra de nadie”, reunidos luego en “Extranjeros en la noche”- y una novela,-“Modelo de pasión”, en cuyo previo trámite editorial intervine yo de alguna forma. Ninguno de esos libros tuvo una difusión adecuada, sobre todo porque aparecieron en colecciones de escasa proyección en el mercado librero. Me acuerdo muy bien de –“Modelo de pasión”, una novela apenas tenida en cuenta en los inventarios críticos al uso y por la que sentí -y siento- una predilección inalterable. Dotada de capacidad muy notoria para dignificar, enaltecer los más sórdidos reductos temáticos, “Modelo de pasión” ejemplifica una emoción lingüística, un sondeo tan sugerente, tan vertiginoso por los sombríos vericuetos de la realidad, que ahí se anticipaba sin duda la magnífica cohesión literaria de “Los héroes de la frontera”.

A mí me parece que muy pocos escritores actuales pueden alardear de un más serio y provechoso tratamiento artístico de la prosa narrativa . Hay aquí corno un apasionamiento tamizado por la ecuanimidad que le va muy bien al carácter general del relato. Antonio Soler ha elegido hasta ahora una parcela de la realidad sistemáticamente vinculada a los perdedores, los marginados, los arrinconados en su propia miseria. El índice de personajes que conviven en esta novela prolonga en cierto modo el que ya había aparecido en la obra anterior de Soler. Un submundo como entrevisto a través de la bruma del recuerdo se interpone entre esos hombres y mujeres que parecen alojados en las más siniestras covachas de la vida: son como supervivientes de una fatalidad irremediable. El barrio, un barrio oscuro, un suburbio tétrico- es una vez más el centro gravitatorio de la acción y el potencial protagonista de unos hechos casi irreales, como sumergidos en un líquido corrosivo que va disolviendo, desfigurando sus contornos, incluso se puede tener la sensación de percibir físicamente el contacto de la podredumbre. En muy buena medida, todos esos oscuros arquetipos humanos equivalen a figuras de un aguafuerte social, turbio y decrépito, en el que comparecen no pocos desvíos morales y que resulta más bien insólito en nuestra actual temática narrativa.

Desde un punto de vista estilístico, Antonio Soler se vale aquí de unas fórmulas absolutamente eficaces. La muy notable tensión argumental se ve favorecida por una impecable adecuación entre el ritmo y el tono del relato. Podría referirme a muchos detalles de ese procedimiento tan funcional y tan bien manipulado: la música del fraseo, el encadenamiento de oraciones subordinadas, la poética descriptiva, la energía de la adjetivación, la magnífica capacidad indagatoria en el mundo de los olores, los sabores, los colores: Hay páginas, tramos narrativos, que me permito calificar de magistrales. Por ejemplo: el atroz intento de asesinato de un enigmático extranjero que parece venir a ocupar un repentino espacio de la desolación colectiva; la aparición de su cuerpo agonizante en un vertedero de basuras; el ahorcamiento del ciego Rinela, personaje esencial de la historia junto a quien la cuenta en primera persona. Este narrador omnipresente, un escritor avecindado en todos los fracasos de la vida y la literatura, sintetiza el descalabro físico y moral de un grupo de héroes miserables, infelices, tortuosos, como retenidos en la frontera más despiadada y ruin de la sociedad. Tengo la impresión de que la delicadeza y la poderosa consistencia operativa del lenguaje hacen un poco las veces de contrapeso artístico frente a la negrura del tema. No soy muy partidario de las aseveraciones rotundas, y menos si se, trata de un mero juicio de lector, pero estoy seguro que “Los héroes de la frontera” es un infrecuente ejemplo de pulcritud y destreza expresivas dentro de los últimos vaivenes de nuestra novela. Aunque sólo sea por su brillante aparejo retórico, ya estaría más que justificado el hecho de insistir en la singularidad artística de la escritura de Antonio Soler. Se trata, en cualquier caso, de una muy notable muestra de literatura en estado puro.

José Manuel CABALLERO BONALD