LA GUERRA ERAN ELLOS

El nombre que ahora digo
Autor: Antonio Soler
Editorial: Espasa-Calpe
Páginas: 286
Sinopsis: Un narrador contemporáneo se topa con los cuadernos que Gustavo Sintora dejó escritos durante y después de la guerra civil española.

La galardonada carrera de Antonio Soler (1956) insiste en permanecer en la excelencia literaria que alcanzó con su anterior novela. Las bailarinas muertas (1996). En aquélla, su ficción más lograda, ya se ofrecían muestras de la presencia de un universo y un estilo que hoy ya nos es gratamente familiar. Pero si el territorio puede parecer reiterado no lo son, en cambio, las formas de abordarlo y recorrerlo. Soler sabe como pocos que la maestría artística pasa indefectiblemente por la experimentación con modelos de innovación estética que atienten la historia escogida y le confieran la ocasión de evolucionar hada parajes inexplorados, en parte por mero egoísmo de lector exigente que impone el franqueo de cualquier forma de aburrimiento y que debería empezar, como es el caso de Soler, por exigirse el propio autor.

El nombre que ahora digo (Premio Primavera de Novela 1999) recurre así a una estrategia estructural basada en la articulación del relato a partir de una doble voz narrativa, alejadas ambas en el tiempo y en el espacio. El procedimiento ofrece la oportunidad de conocer el alcance total de los hechos sin que medie la presencia de la omnisciencia, al tratarse de un personaje implicado con posterioridad en los sucesos, que recurre a 105 cuadernos de Gustavo Sintora para explicar, conocer, comprender y asimilar la ruina vital ocasionada por la guerra. civil española, centrándose para ello en las vivencias de un destacamento de republicanos que actúa para entretenimiento de la tropa, desde Madrid al Ebro. Esto es, glosa y busca sentido mediante la paráfrasis a la huella humilde de estas palabrasque Sintora dejó escritas (en cursiva en el texto), con la intención de eternizar la memoria de los derrotados, siempre más atractiva que la épica de los vencedores. La rabia contenida de una guerra fraticida, la sensación y expresión caótica de ésta, con todas sus vilezas e infortunios, se ve compensada por la presencia del amor, en sus diferentes facetas de amistad y deseo; no en vano, escribe el hijo del sargento Solé Vera, la única patria no es un territorio o una bandera, sino el sentimiento amoroso. Por tanto, no existe motivación política ni lección moral en la novela: sólo artística, sólo pasional. Antonio Soler vuelve a mostrarse hábil en la descripción de instantes y personajes, a pesar de que la densidad poética de la escritura de Sintora resulte poco verosímil. Lo que, en cambio, si parece verosímil es que Soler se mantenga como una de las pocas propuestas de futuro para la novelística sin fronteras

Enrique Turpin