Un camino de personajes geniales.

(Carlos Cañeque. SUR. 17-2-2004)


El sacramento de la amistad recorre con obstinada insistencia cada una de las novelas de Soler, y El camino de los ingleses no podía ser menos, pero además es de las más logradas. Prevalece en el escritor, no obstante, una poderosa capacidad para insertar diálogos y escenas, a menudo desternillantes, en ocasiones rozando el virtuosismo episódico en un crescendo de planos simultáneos de estirpe cinematográfica. Aunque, al fin, lo que en verdad cuenta es ese arrojo de luz hacia la gente capaz de intentar cambiar su destino.

(Enrique Turpin. El Periódico de Barcelona. 13-2-2004)


La adolescencia […] es la gran protagonista de esta grandísima novela. […] La elección de ese modo de narrar y de ese tono (que recuerda en algunos pasajes al mejor Marsé) es uno de los grandes aciertos de Soler. […] Sin paliativos, una excelentísima novela que confirma la calidad literaria de un autor.

(Alberto Barrantes. El Ciervo. Mayo.2004)


El último premio Nadal ha alcanzado una de sus más altas cotas de calidad en los últimos años merced a esta magnífica novela de Antonio Soler. […] Estamos sin duda ante una de las grandes novelas españolas de los últimos años.

(El Diario Montañés. Santander 30-3-2004)


Sueño urbano de libertad transformado en alta narrativa.

(Alfredo Taján. El Mundo. Málaga. 16-2-2006)


El camino de los ingleses, sin menoscabo de su originalidad indiscutible, parece guardar en su entraña ecos del Marsé de Si te dicen que caí, el Vargas Llosa de Los jefes o incluso el Delibes de El camino. […] Antonio Soler maneja este haz de andaduras y perspectivas con un aplomo y una poesía verbal excepcionales. […] Soler ha inoculado a su prosa la intensidad, el desconcierto, la furia con que en la adolescencia se reciben las impresiones de la realidad, y ha descrito de forma vívida los instantes de plenitud que inesperadamente brinda esa edad.

(Carles Barba. Qué Leer. Marzo 2004)


El mundo de Antonio Soler funciona con un ritmo intenso que se mantiene hasta la última palabra.

(José A. Garriga Vela. Sur. 20-2-2004)


La prosa más bella y exacta que hoy se publica en España. […] La obra de Antonio Soler tiene bastante de épica. Cultiva sobre todo la épica del fracaso y la épica de la amistad. Aunque no sé si se puede calificar de fracasados a muchos de sus personajes, que parecen gozar tanto realizando enormes esfuerzos para no conseguir nada, quizá porque su única finalidad sea, precisamente, la realización de ese esfuerzo gozoso.

(Félix Bayón. Diario de Cádiz. 29-2-2004)


Una novela arriesgada, poética, tierna y mestiza como la propia vida, como lo es toda obra narrativa de este gran novelista que ya ha probado la clase y la categoría, la profundidad y la altura de miras de un narrador excepcional. Antonio Soler ha demostrado con esta última novela y con este último premio su posición de privilegio entre lo más granado de la literatura actual y su inapelable vocación de futuro.

(Pascual García. La Verdad. Murcia. 30-4-2004)



Antonio Soler recurre de nuevo a sus más valiosas armas como escritor de novelas. A saber: el ejercicio lírico de la memoria, el tránsito por la maleable frontera entre ficción y recuerdo, el cuadro tumultuoso de historias y personajes autónomos que acaban ensamblando al final en un orden armónico.

(Javier González. Mercurio. Marzo-2004)


En El camino de los ingleses Soler regresa a lo mejor de aquella singular novela [Las bailarinas muertas].

(J.A. Masoliver Ródenas. La Vanguardia. 18-2-2004)



He aquí el tifón Antonio Soler. […] Estilista refinado, narrador genial, seduce a sus lectores con novelas que oscilan entre el lirismo, la exuberancia y la ternura.

(Sébastien Le Fol. Le Figaro Magazine. 10-2-2004)


Su prosa tiene el ritmo de la buena poesía, y tanto en El espiritista melancólico como en El camino de los ingleses están escritos muchos de los mejores poemas que conozco.

(Juvenal Soto. Sur. 17-2-2006)


Soler […] Ni lobo ni estepario. Ni miembro de tribu literaria alguna. Mago solemne de las historias mínimas, lector feraz, corredor de fondo, melancólico impenitente y espiritista. Capitán Tormenta, infractor libertario y taciturno de la escritura.

(Azahara Villacorta. La Nueva España. 11-3-2004)