Soler es autor de una misma novela, persistente y sólida, que hunde sus raíces en esa tradición que convierte a la narración en un abanico de ecos y geografías unipersonales e indisolubles conferidas por quien insiste en inventar universos propios, con Faulkner en la cúspide.

(Quimera. 1-2-2002)


Leyendo El espiritista… me ha sucedido algo que hacía tiempo que no experimentaba: he vuelto atrás para gozar de nuevo las páginas que acababa de leer, para disfrutar del ritmo y del sonido de las palabras. […] Tenía difícil Soler mejorar sus dos últimas novelas. Y lo ha logrado. Si se tiene en cuenta su implacable autoexigencia y la aparente facilidad con la que ha escrito El espiritista… sus lectores podemos felicitarnos: lo mejor está aún por venir.

(Félix Bayón. Diario de Sevilla. 21-11-2001)


Incluso quienes desconocen las trágicas dimensiones de la guerra civil en una ciudad como Málaga leerán conmovidos la sutil reconstrucción sentimental que Soler exhala en esta novela veraz y terrible como pocas –una pesquisa llena de negrura y originalidad-. La textura d elos recuerdos de adolescencia refleja las condiciones objetivas de una larguísima posguerra de la que el autor se venga, con ingenio y elegancia, en nombre de los ideales y las vidas arrasadas. […] Este delicado ejercicio de restitución moral que está emparentado con los grandes momentos de la literatura de posguerra y que obliga al lector a asumir la conmovedora dicción del narrador. […] Autor de títulos con una excelente acogida como El nombre que ahora digo o Las bailarinas muertas, con premios como el Herralde, el Andalucía, el Primavera y el de la Crítica, Soler salda con esta novela dura y hermosa sus deudas de guerra.

(Víctor Andresco. Babelia. El País. 12-1-2002)


Tengo a Antonio Soler por un narrador muy serio e importante. En sus novelas, testimoniales y líricas, atentas al presente y enraizadas en la historia, cultiva un realismo peculiar que demuestra una gran voluntad artística. Mezcla crudeza neonaturalista con ensoñaciones y misterios; y una conciencia crítica de la realidad no le aparta de buscarle un sentido trascendente. Todos estos rasgos parece haberlos puesto en juego a la vez, tensados hasta su extremo, en su nueva, interesante y nada complaciente obra. Sólo a partir de ese sólido soporte puede arriesgarse un escritor a forjar un texto tan pleno de intenciones, tan singular y hasta arriesgado.

(Santos Sanz Villanueva. El Mundo. 21-11-2001)


Hay escritores entregados a la construcción de una obra, a quienes en cada novela se les ve avanzar en una dirección propia, elegida por ellos, al margen de los vaivenes comerciales. No son muchos, pero están proporcionando a la narrativa española un momento excelente. Antonio Soler es uno de ellos, y puede decirse que su literatura lleva el sello de calidad, confirmada en cada entrega. […] Una novela de ambición estilística sobresaliente que pacta con sus lectores igual exigencia y nivel. Pocas veces ha conseguido la prosa narrativa española la brillantez en las imágenes, la maestría en el ritmo, como las que aquí se ofrecen por doquier. […] El autor sabe que muchos lectores le abandonarán en el camino, pero parece estar más interesado en los que vayan quedando y le acompañen en el desafío de dar un paso adelante en el camino de la alta literatura, la que ha nacido sin otra constricción que la de construir mundo y estilo propios.

(José María Pozuelo Yvancos. ABC. 10-11-2001)



Nos encontramos ante uno de los novelistas españoles más sólidos y mejor pertrechados para la tarea de la escritura, pero además dotado de una visión profunda de su oficio y una perspectiva global en la que van convergiendo cada una de sus novelas como capítulos de una obra total. […] Antonio Soler viene edificando desde su primer libro con inteligencia y un sentido cabal de la seriedad narrativa, y junto a ello la percepción de que contra las modas y los oropeles literarios sólo cabe erigir un monumento narrativo único, anclado en la verdad y en el rigor, en la honradez de un escritor de primera línea.

(Pascual García. La Verdad. Murcia. 9-11-2001)